La actividad de lavacoches es una de las más comunes en México, y una de las menos remuneradas como tantas otras actividades que carecen de una base educativa formal

Por más de 150 años desde que se inventó el automóvil, los fabricantes dispusieron las refacciones y capacitaron técnicos para mantenerlos en funcionamiento. Sin embargo ese grado de especialización no abarcó la limpieza debido a que, después del caballo, esta pieza de maquinaria no tenía otra función que la de transportar personas o mercancías. Por lo que su limpieza solo constaba en echarle agua y pasarle un trapo encima, técnica que apenas ha variado hasta nuestros días.

Apenas a mitad del siglo pasado se empezó a brindar el servicio de limpieza en las estaciones de servicio que al mismo tiempo ofrecían la carga de combustible y el mantenimiento mecánico a los vehículos. Donde una vez más la limpieza del vehículo quedó relegada como un trabajo secundario por el que se pagaba una propina.

La técnica de limpieza por defecto en cualquier autolavado ha sido siempre la misma e involucra al agua y al jabón. Cosa que en un principio no tenía gran ciencia ya que es exactamente lo mismo que hacían las amas de casa para lavar las ventanas o pisos de su casa (humedecer y/o enjabonar, tallar, enjuagar y secar). Posteriormente el mismo proceso se acompañó de nuevos productos como los jabones con ceras o siliconas (mal llamados teflones) así como el uso de hidrolavadoras y espumadoras.

Desafortunadamente el desarrollo tecnológico no ha reflejado mejores condiciones de trabajo y seguridad para los lavadores.

Pues además de un trabajo mal pagado, están expuestos constantemente a enfermedades relacionadas al contacto constante con químicos y humedad. Enfermedades respiratorias debido a los cambios bruscos de humedad y temperatura ambiental.

También son usuales las afecciones en la piel de las manos causadas por los distintos detergentes y limpiadores así como enfermedades fúngicas (hongos) en los pies por debido a la humedad y sudor en el calzado, pues las botas de hule que normalmente ocupan no permiten una adecuada ventilación y se ocupan por largos periodos de trabajo.

Otras enfermedades silenciosas acechan al lavador, como diversos tipos de cáncer, enfermedades hépaticas y/o renales, derivadas del uso continuo de detergentes y abrillantadores con un alto contenido en solventes derivados del petróleo (ftalatos y toluenos) sin medidas de protección y adiestramiento suficiente en el manejo de químicos peligrosos.

El trabajo de un lavador es una labor ardua que presenta varios retos a su salud y economía. Siendo esta última una de las más afectadas y razón por la que muchos lavadores a pesar de su experiencia terminan, literalmente, tirando la toalla al final. 

El origen de esta problemática esta en la mala gestión de los autolavados desde su concepción como negocio.

En la informalidad donde prevalece el concepto de ahorrar lo más posible en lugar de ganar lo más posible, este ahorro extremo se refleja en la baja calidad de los productos, servicios y también del personal.

En este tipo de circunstancias el lavador no cuenta con salario ni prestaciones, pues los propietarios solo pueden costear el pago a través de comisiones. Esto debido a que el flujo de trabajo no es constante, por una mala gestión o ausencia de procesos indispensables en toda empresa formal como lo son la publicidad, la recaptación de clientes el marketing y la administración para el manejo responsable de recursos.

Esto se verá reflejado principalmente en la temporada invernal, que es cuando los lavadores suelen renunciar debido a que se incrementan y/o agudizan las enfermedades mencionadas con anterioridad, por lo que prefieren ocupar puestos de temporada que impliquen menores riesgos y esfuerzo.

 

La forma de contratación y bajos ingresos para los lavadores están apuntalados en la escasa capacitación donde, usualmente las aptitudes son calificadas a criterio de los propietarios quienes paradójicamente tampoco están capacitados técnicamente en procesos de lavado estandarizados. Lo que conlleva también a discrepancias entre lavadores y propietarios respecto de la eficiencia en el trabajo y a malas prácticas laborales por parte de ambos bandos. Resultando en la pérdida de clientes por trabajos de mala calidad, debido al poco profesionalismo y escasez de personal calificado, lo que incide directamente en la pérdida de ganancias del negocio alimentando un circulo vicioso que le dará fin.

Los tiempos han cambiado y el buen aspecto del auto se ha convertido en un símbolo de status social, por lo que merece ser retomada con seriedad y desde una nueva perspectiva. Es imperativo actualizar no solo los productos y maquinaria del negocio, también el aspecto administrativo y técnico para estar a la altura de nuevas situaciones tanto comerciales como laborales.

Esperamos que la información de este artículo te sea de gran utilidad y mires tu trabajo o negocio con otros ojos y lo lleves al siguiente nivel. Aprovecha la caja de comentarios que tenemos al final de esta publicación para enviarnos tu opinión.

 

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